miércoles, 28 de abril de 2010

Reggie Miller: Próxima parada el Hall of Fame

Jueves 19 de mayo. Semifinales de la Conferencia Este en el Conseco Field House. El jugador número 31 de los locales está completando una gran actuación, y se dispone a ejecutar un nuevo lanzamiento de larga distancia. Salta, apunta a su objetivo y sus frágiles brazos se tensan mientras la bola va girando hasta llegar a su destino.

El público aplaude este nuevo triple, concretamente el número 2.880 en su carrera NBA.

Poco después, faltando 16 segundos para que finalice el sexto partido que cerraría esta serie, desde la banda Larry Brown, su ex-entrenador, se dirige hacia la mesa pidiendo un tiempo muerto.

11 de 16 en tiros con cuatro triples, para un total de 27 puntos había sido la tarjeta de despedida de Reggie Miller, el punto final a una temporada atípica para su equipo, en la que ha demostrado con creces que aún podía seguir rindiendo al máximo nivel. Pero después de 18 temporadas defendiendo la camiseta de los Pacers, llegaba el momento de despedirse de su público.

El adiós de un verdadero ídolo para el estado de Indianápolis. Qué curioso que es el destino. Quién lo hubiera dicho en junio del ’87, cuando la elección de Reggie Miller en el puesto número 11 del draft fue recibida con los abucheos de unos aficionados que querían ver en su equipo al héroe local Steve Alford.
Alford había sido Mr. Indiana Basketball, oro olímpico en Los Angeles ’84 y acababa de ganar el título de la NCAA derrotando por un punto a Syracuse con una canasta milagrosa de Keith Smart.

Miller realmente tuvo que impresionar a los ojeadores de los Pacers. Además de no hacer caso al clamor popular, rompieron la promesa que le había hecho anteriormente a Mark Jackson, cuando le prometieron que en el caso de que no hubiera salido antes del puesto 11 sería el jugador elegido. Años después, tras la memorable remontada en el Madison con 8 puntos seguidos de Miller en el último minuto, el padre de Mark Jackson declaró que el General Manager de Indiana era un genio.

Pero en su momento, hasta tal punto sentó mal esta decisión en el draft, que algunos seguidores de los Pacers cancelaron inmediatamente sus abonos para la próxima temporada.


“Sé que los fans no esperaban ver a un chico californiano en su equipo, pero estoy seguro que en cuanto me vean jugar les demostraré que soy un buen tipo y me acabarán aceptando como uno más” –dijo Miller poco después de que Donnie Walsh lo eligiera en el draft-

Ahora 18 años después, este chico californiano se ha convertido en la indiscutible figura de la historia de los Pacers. 18 temporadas ininterrumpidas en el mismo equipo, una hazaña tan sólo superada por otra leyenda como John Stockton, resistiéndose a la tentación de lanzarse a la búsqueda del anillo con otra camiseta. Acumulando un record tras otro ha conseguido entre otras cosas ser el mejor triplista de la NBA, y convertirse en el tercer jugador exterior que ha anotado más puntos, detrás de Michael Jordan y Oscar Robertson.

Poco tiempo tardó en cambiar la opinión de todos aquellos seguidores que no habían confiado en él. Su gran ética de trabajo y su pasión por el juego enganchó fácilmente al público de Indiana. Además, su condición de líder nato jugaba a su favor. Siempre ha asumido la responsabilidad de jugarse los balones más calientes y habitualmente ha sabido resolver la papeleta con acierto. Y es que Reggie siempre se ha caracterizado por dar el máximo de sí mismo cuando más adversa es la situación, superando incluso factores externos al propio juego.

Famosos eran los cánticos de “Cheryl, Cheryl” haciendo referencia a su hermana, una de las mejores jugadoras de toda la historia del baloncesto femenino, que tuvo que soportar en sus primeras temporadas de profesional. Cuando jugaba en UCLA no era extraño ver en los graderíos rivales mucha gente burlándose de él con orejas gigantes ...

Pero no sólo en las canchas se encontró Miller situaciones muy complicadas. Nada más nacer el pequeño Reggie su madre lloró desconsolada. El bebé tenía la cadera y las piernas deformes, de tal manera que sus piernas y sus tobillos estaban retorcidos hacia adentro. Por este motivo, tuvo que dormir hasta los 4 años con unos refuerzos de acero en las piernas, que le debían provocar los mismos resultados que una ortodoncia con los dientes. De todas maneras, los doctores no eran muy optimistas. Dudaban que en el futuro llegase a andar correctamente, y descartaban cualquier opción de que pudiera hacer deporte. Pero la familia Miller en ningún momento se rindió.

“Recuerdo que siempre estaba en casa con mi madre. Mirando por la ventana de la cocina como jugaban mis hermanos a baloncesto. Mi madre me decía que no me preocupara, que pronto estaría jugando con ellos, pero que primero mis piernas se tenían que poner fuertes”

Y vaya si lo consiguió. Años después ya jugaba con sus hermanos y su hermana, que no tenían piedad del pequeño de la familia taponándole una y otra vez todos sus tiros. Con el paso de los años iría desarrollando ese tiro lejano con mucho arco que le ha acabado haciendo famoso.

El tiempo seguía pasando y llegaba la etapa de instituto, donde ya comenzaba a despuntar, pero su principal obsesión era ser mejor que su hermana. Un día tras anotar 39 puntos en un partido corrió rápido a casa a decírselo a su hermana, que también había jugado aquel día. “39 puntos están muy bien Reggie –le dijo- pero yo he metido 105”

Esa misma inferioridad física que ha perseguido a Miller durante toda su carrera, fue la que hizo desarrollar su faceta más “salvaje” dentro de las pistas: la provocación con sus gestos o con sus palabras. Siempre utilizó el trash-talk como un arma de automotivación que le ayudara a crecerse en los partidos. De hecho, se convirtió en uno de los jugadores más odiados de la liga, tanto para el público (su relación con Spike Lee ha sido mítica) como para los que le tenían que defender.

Otra de las principales características de Reggie Miller ha sido su capacidad para elevar su rendimiento en los momentos decisivos, especialmente en Playoffs. Desgraciadamente, siempre le ha faltado conseguir algún campeonato que acabara.

El verano del ’84 fue una fecha clave para su evolución. Tras acabar su primera temporada en UCLA con un discreto promedio de 4 puntos por partido, Miller compartió entrenos y experiencias con varios miembros de los Lakers como Magic Johnson, Michael Cooper o Byron Scott.

“Ellos hablaban de que los playoffs eran como una temporada distinta que se tenía que afrontar con otra mentalidad. Yo les escuchaba y no paraba de hacerles preguntas. A partir de esos días, comencé a imaginar como serían mis actuaciones en los Playoffs”

Una vez finalizada su carrera nadie puede discutir que no se aprendiera aquella lección a la perfección.

Al final del sexto partido, la cadena americana ABC le hizo una entrevista a Reggie a pie de pista:

“¿Qué tienes que decirle a tus compañeros?” –le preguntó la periodista-

“Darles las gracias. Me podría haber retirado hace 3 ó 4 años, pero ellos me han dejado jugar hasta ahora”

Reggie, a estas alturas no tienes que agradecer nada a nadie, más bien todo lo contrario. Como muestra ahí tienes a los miles de aficionados que te despidieron con las cartulinas de “Thank you Reggie”.

Muchas gracias por todos los recuerdos. Por tu culpa, cada vez que veamos un jugador con el número 31 en la espalda, nuestro subconsciente nos hará pensar en aquel chico californiano que nunca se rendía.

- Artículo escrito en 2005 para el programa BasketAldia -

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Quién dijo... (10)

... "echar a rodar un balón enfrente de Twardzik y Lee es como mover una bandera roja delante de un toro. Tira la pelota y ya verás como se lanzan a por ella. Los dos comparten la más absoluta de las despreocupaciones por el bienestar de sus cuerpos."

Bob Robinson, periodista del 'The Portland Oregonian'.

Dave Twardzik ha pasado a la historia por ser el base de los Blazers de Bill Walton campeones en 1977. Veterano de la ABA y entregado jugador de equipo, Twardzik se caracterizó por su cuidadosa selección de tiro, que le llevó a promediar más de un 61% en tiros de campo en la temporada 76-77. Y en cuanto al tema que nos ocupa, su cariñoso apodo de 'Pinball' ejemplifica perfectamente su actitud en la cancha: capaz de lanzarse contra y rebotar con quien fuese necesario para conseguir una pelota dividida o finalizar una bandeja.

De todas maneras la fama de Ron Lee supera los méritos de Twardzik. Lee sigue ocupando el primer puesto en la lista histórica de puntos totales de la universidad de Oregon, pero en la NBA su capacidad anotadora no fue su habilidad más codiciada. El equipo de los Oregon Ducks de mitad de los '70 fue conocido como los 'Kamikaze Kids' por su lucha y entrega sin igual durante los 40 minutos "están revoloteando todo el partido como un grupo de kamikazes" diría el entrenador de Wichita State Gene Smithson. Idolo de la afición, que ovacionaba su entrega, en la NBA nadie puede reprochar que Ron Lee no se dejara el alma cada vez que salía a la pista. 

"Mi filosofía es dar el 110% cada vez que salgo a jugar. Creo que una vez que estás en la cancha lo mínimo que debes hacer es dar todo lo que tienes. Nunca sabrás cuál será el resultado, pero quizás sirva para inspirar a tus compañeros y ayude a conseguir la victoria"

Su fama de depredador de balones sueltos llegó hasta tal punto, que en su segunda temporada en los Suns una tienda de muebles de Eugene (Oregon) ofrecia un dormitorio gratis al cliente que acertase cuántas veces se tiraría Ron Lee al suelo en los 41 partidos que iba a jugar como local.

miércoles, 14 de abril de 2010

¿Sabías qué... (10)

... un pívot de los Knicks tuvo que pedir prestadas unas zapatillas a un aficionado para jugar?

En diciembre de 1968 cuatro estudiantes universitarios decidían hacer autostop desde Syracuse para ver un partido de los Knicks. Lo que nunca habrían imaginado es que les tocaría verlo desde la primera fila. Seis horas después de iniciar su camino llegaban al Madison Square Garden, y mientras buscaban sus asientos Nate Bowman, el sustituto natural del pívot Willis Reed se acercó hacia el más alto de los cuatro. "Hey chaval, eres bastante grande, que número de zapatillas llevas"
Rich perplejo se disponía a mirar sus nuevas Converse, cuando Bowman no le dejó articular palabra "Estoy seguro que me sirven".
Resulta que alguien había robado las zapatillas de Bowman, y ningún compañero tenía de su talla. Bowman jugó (y ganó el partido) con las Converse de Rich, cerrando el trato con entradas de primera fila para tres partidos de su elección.

miércoles, 7 de abril de 2010

Kari Liimo: La Conexion Finlandesa de Brigham Young

En pleno corazón de la población de Provo, a 69 kilómetros de Salt Lake City, se encuentra desde 1875 el campus de Brigham Young (BYU), una universidad marcada por su fuerte carácter religioso. Prácticamente el 99% de sus estudiantes son miembros de la Iglesia Mormona de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, lo que entre otras cosas les lleva a tomarse un descanso de 2 años en sus estudios para dedicarse a las Misiones Mormonas.

Afortunadamente en la idiosincrasia mormona el deporte ocupa un papel importante, y prueba de ello es el equipo de baloncesto de los Cougars de Brigham Young, fundado en 1903. Alma Mater de jugadores como Danny Ainge, Shawn Bradley, o Travis Hansen está viviendo una etapa brillante con 3 títulos de la Mountain West Conference y 4 presencias consecutivas en el March Madness en las últimas temporadas, aunque lejos quedan los grandes éxitos en forma de campeonatos de NIT (National Invitational Tournament) cosechados en 1951 y 1966.

En Europa, Brigham Young es conocida en el mundo del baloncesto desde hace unas décadas por ser la universidad donde jugó la estrella croata Kresimir Cosic, uno de los precursores en dar el salto a la NCAA, pero antes de Cosic hubo algunos jugadores que gracias a la decisiva intervención de Bob Peterson le mostraron el camino.

The World is our campus” (El mundo es nuestra ciudad universitaria) es una de las inscripciones que hay a la entrada de la universidad, y desde hace mucho tiempo más de un entrenador la ha tomado al pie de la letra.

Nos remontamos hasta los años 50. Bob Peterson, un ex-jugador de los Cougars de 1948 está de misionero en Finlandia. Además de sus tareas religiosas mata el gusanillo entrenando, cosa que no se le tuvo que dar nada mal, ya que fue designado como seleccionador. Con poco más de una década de historia del deporte de la canasta en tierras finlandesas, la selección es capaz de conseguir un meritorio noveno puesto en el europeo de Paris 51. El año siguiente como anfitrión de los JJOO de Helsinki perderían sus 3 partidos (-18 contra México, -12 contra la URSS y -1 contra Bulgaria). Poco después Peterson volvía a casa, pero transcurridos unos años regresaría a Finlandia para casarse y establecerse allí definitivamente, convirtiéndose en un exitoso hombre de negocios ¡gracias a la comercialización de las palomitas de maíz! Por supuesto, no dejaría de lado ni al baloncesto (se quedó como ayudante del seleccionador Kalevi Tuominen) ni a sus viejos amigos de Brigham Young. Comenzaba la etapa en la que Peterson ejercería de eventual ojeador de talentos finlandeses, especialmente de atletas y jugadores de baloncesto.

En enero de 1958 Timo Lampen llegaba a Brigham Young, aunque no jugó a baloncesto hasta la temporada 1958-59. Aunque es muy difícil de precisar, seguramente estamos ante uno de los primeros jugadores europeos que jugó en un equipo de NCAA I. Tras regresar 1 año a Finlandia por los problemas de salud de sus padres, volvió a finales de 1960 para disputar su única temporada con el primer equipo, promediando algo más de 5 puntos en 22 partidos. Su paso por el conjunto mormón habría quedado en una simple anécdota, pero Lampen se convirtió en el primer eslabón de la cadena que continuaría Kari Liimo.

A comienzos de la década de los 60 Bob Peterson vivió en primera persona la irrupción del hermano pequeño del internacional Marty Liimo. Kari medía 2 metros, pero a pesar de dominar los tableros no era el típico poste sin movilidad, sino un auténtico cañonero al que le gustaba moverse en ataque por posiciones exteriores, llegando a promediar más de 30 puntos en liga con el equipo campeón de Helsinki. Poco tardaría en destacar a nivel internacional, siendo uno de los máximos anotadores en los europeos de 1963 y 1965, así como en los Juegos de Tokyo, donde por ejemplo anotó 19 puntos contra una selección americana encabezada por Bill Bradley. Peterson no tenía dudas de la valía del jugador, y lo recomendó al entrenador Watts para que le ofrecieran una beca en BYU.

Con 21 años Liimo llegó a la ciudad de Provo en octubre de 1965. A diferencia de Timo Lampen que en su primer año aún estudió High School, comenzó enseguida con sus estudios de Tecnología Industrial en la universidad de Brigham Young. Estudios que obviamente combinaba con su participación en el equipo varsity de los Cougars (en aquellos tiempos los jugadores de primer año no podían jugar con el equipo senior de la universidad). Sin ningún síntoma de falta de adaptación, y haciendo valer su mayor experiencia, Liimo acabaría destrozando todos los records anotadores del equipo de novatos con un total de 342 puntos y una media de 24,4 por partido.

“Liimo juega al baloncesto como nuestros chicos de Utah. No es el típico estudiante de intercambio, el ha venido a los Estados Unidos a jugar a baloncesto”

Desde su debut con los seniors (8 puntos) en el que Liimo ya salió como titular, el entrenador Stan Watts tenía claro que aquel chico finlandés iba a ser muy importante en su equipo. Watts no era un entrenador cualquiera en Brigham Young, dirigió a los Cougars durante 23 temporadas (1949-1972) y desde 1986 es miembro del exclusivo Basketball Hall of Fame.

El 26 de diciembre llegaba la primera prueba de fuego, el Holiday Festival que se iba a disputar en el otro extremo del país, en un escenario de lujo, el Madison Square Garden de Nueva York. Liimo mostró su mejor repertorio anotando 27 puntos contra St. Josephs y 24 puntos contra St. Bonaventure.

“La lista de los All-American se verá diferente dentro de 2 años, cuando encontremos en ella a un alero finlandés”

La prensa no tardaría en encumbrar al nuevo “Finlandés Volador”. El entrenador Watts no dudaba en afirmar que era el mejor jugador del equipo, y no era extraño ver su nombre compartiendo líneas en la prensa con otros sophomores brillantes como Butch Beard, Lucius Allen o el propio Lew Alcindor.

La temporada acabaría bien tanto en lo individual como en lo colectivo. BYU empataba con Wyoming 8-2 en la clasificación de la WAC (Western Athletic Conference), y tan sólo un partido de desempate les apartó del torneo final de la NCAA. Por su parte Liimo finalizó con una media de 13,6 puntos con un extraordinario 52% en tiros de campo, que le bastó para ser el único sophomore elegido en el quinteto ideal de su conferencia, donde compartió protagonismo con la futura estrella de la ABA Mel Daniels.

Con la llegada del verano del ’67 se ponía en marcha la temporada de los Cougars, con una gira exótica de casi 2 meses que comprendía 25 partidos en lugares como Australia, Japón, Korea, Filipinas o Hawaii. A Liimo le tocaría alargar el viaje con una última cita ineludible: el europeo de Helsinki. La selección finlandesa haría historia en casa con un 6º puesto final, liderados por los 14 puntos y 10 rebotes de media de su alero más internacional. Una de sus víctimas fue la selección española de Nino Buscató, Alfonso Martínez y Emiliano entre otros, que fue derrotada 76-69 en el quinto partido de la liguilla.

La convivencia estival no fue suficiente para paliar las carencias de un equipo tan inexperto como los Cougars de la 67-68. Con cuatro titulares recién graduados, la irregularidad fue la nota predominante, y a pesar de algunas victorias de prestigio contra Xavier y Virgina Tech a principios de temporada, el equipo tocó fondo en la temporada regular de la WAC acabando con un balance de 4-6. Al igual que en su primera temporada, Kari Liimo tuvo sus mejores actuaciones a finales de diciembre, cuando anotó 24, 20, 29 y 19 puntos en el torneo de Oklahoma City. Pero ni siquiera le quedó el consuelo de los galardones personales, siendo nombrado sólo para el segundo quinteto de la WAC a pesar de haber mejorado sus números hasta 17 puntos y casi 10 rebotes por partido. De todas maneras aún le quedaba su año senior para resarcirse e intentar devolver su nombre junto a la élite universitaria.

En el final de su andadura en BYU, Liimo se vería acompañado de su compatriota Veikko Vainio, un pívot ya internacional con Finlandia de 2,08 que había actuado el año anterior con el equipo de novatos de la universidad. Aunque el verdadero salto de calidad en el equipo lo iba a dar el californiano Paul Ruffner, un pívot que llegaba del Cerritos Junior College y que acabaría teniendo una breve carrera profesional en la NBA y la ABA. Pero ni la proyección del equipo, ni la presencia de Vainio, ni siquiera la gran ayuda de Ruffner conseguirían que Liimo recuperara la proyección de su primera temporada. A diferencia del resto de sus jóvenes compañeros que mejoraban el rendimiento de la temporada 67-68, el senior finlandés por momentos daba muestras de su peor nivel.

A mitad de enero de 1969 llegaría su punto más bajo, tras anotar sólo 1 canasta en la visita a Utah State. En el siguiente partido contra Wyoming, Watts dejó a su estrella en el banquillo por primera (y única) vez en su carrera. Liimo respondió con 12 puntos, y supo tomarse este toque de atención como un punto de inflexión para el resto de la temporada. Unos partidos más tarde contra St. Francis se iba hasta los 34 puntos, su máxima anotación universitaria, 31 contra Arizona en una serie de 14-18 en tiros… estaba claro que su muñeca volvía a estar engrasada.

Los Cougars estaban completando una gran temporada, y al final quedaron empatados con Wyoming como campeones de la WAC Conference. Repitiendo la misma situación que habían vivido en 1967, ambos equipos se veían abocados a un partido de desempate para conseguir una plaza en el torneo de la NCAA. Era evidente que Liimo no quería graduarse sin haber jugado en el March Madness. Tras ir perdiendo por 7 mediado el segundo tiempo, BYU remontó gracias a los 14 puntos en los últimos 6 minutos de su alero finlandés (27 en total) hasta el 95-82 final. El punto y final a su carrera llegaría después de anotar 18 puntos en la derrota contra una New Mexico State (62-74) con el futuro NBA Sam Lacey como protagonista.

Liimo cerraba su etapa americana como el tercer máximo anotador de la historia de Brigham Young, siendo además elegido en el 97º puesto del draft de 1969 por los Lakers y en las últimas rondas del draft de la ABA por los Minnesota Pipers. Nunca consiguió alcanzar la repercusión deportiva que se le presumía tras sus primeros partidos pero, al igual que los Martín o Glouchkov de décadas posteriores, fue un pionero que facilitó el tránsito entre el baloncesto europeo y el americano. En BYU seguirían con la tradición de importar europeos, con un Kresimir Cosic que tomó el relevo de Liimo a principio de los 70 para elevarse hasta la categoría de leyenda universitaria. Y por supuesto los finlandeses también siguieron entrando en el equipo. Hasta un total de 7 han pasado por la ciudad de Provo, destacando a Kalevi Sarkalahti (drafteado por los Suns en 1973) y a Timo Saarelainen, que llegó a ser jugador del año en la conferencia y elegido en el draft de 1985 por los Lakers.

A Kari Liimo aún le quedaban muchísimos años de relación con el baloncesto. Hasta 1975 estuvo en activo y desde entonces ha entrenado en diferentes equipos de su país, así como a la selección finlandesa. También tuvo tiempo de dejar su impronta en España, donde vino en 1970 a jugar una eliminatoria de Recopa contra el Joventut de Badalona, anotando 31 puntos en la ida y 36 en el partido de vuelta en Finlandia. Años más tarde en 1988, ya como entrenador, su equipo se enfrentaría en Copa de Europa contra el Barcelona de Aíto. En la plantilla catalana estaba Steve Trumbo, uno de los primeros americanos de Brigham Young que daba el salto al baloncesto de élite europeo. El círculo se cerraba por completo.